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Algunas notas para la interpretación del esquema

Definimos el Género como un sistema de representación y de relación social construida entre hombres y mujeres en cuanto seres sexuados. Esta definición nos sugiere que, a diferencia del sexo – categoría biológica que alude al carácter orgánico en las especies animales según el cual pueden ser machos o hembras-, el género es una categoría socialmente construida a lo largo del tiempo –carácter histórico-; alude a la expresión de unas determinadas relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres; significa, en la actualidad, la permanencia de un modelo de subordinación –propio de una sociedad patriarcal- que relega a las mujeres a los márgenes de lo invisible (Moreno, A. 1986), que constriñe y limita las posibilidades de las personas –en mayor medida a las mujeres, pero también a los hombres- y que tiene su correlato en la creación de un sistema de pensamiento androcéntrico que lo justifica y lo reproduce.
El sistema sexo-género, vigente aún en pleno siglo XXI, cumple una serie de funciones sociales de las que destacamos tres:
Interpretación de la realidad. La construcción de género atraviesa el conjunto de la actividad humana. Impregna la ideología, las cosmovisiones y las representaciones mentales y simbólicas a través de las cuales miramos e interpretamos el mundo, nos situamos ante él y proyectamos nuestras propuestas para el futuro.
Organización de pautas de interacción. El género sirve para crear determinados modelos de relación social, dentro de los cuales hombres y mujeres nos comportamos según pautas aprendidas que influyen en nuestras decisiones. A unos y otras se nos atribuyen valores y actitudes que se nos presentan como “naturales” –se espera que cumplamos expectativas sociales concretas- y que sirven de soporte para garantizar el cumplimiento de los roles asignados y diferenciados por esa categoría.
Legitimación de las relaciones entre personas. Los aspectos antedichos, entre otros, son claves para la “construcción social de la desigualdad” que deriva en la creación de normas –a veces reglamentadas, a veces informales- que se proponen a la sociedad para su cumplimiento. Se crea así, un orden moral –interpretación de lo que es bueno y malo para individuos y colectivos- que justifica la existencia de esa desigualdad y subordinación; y un orden jurídico/político que regula las relaciones, respalda los comportamientos “debidos” y sanciona las desviaciones del modelo.
Todo este complejo mecanismo forma parte de la cultura aprehendida, asimilada a través de los distintos mecanismos de socialización –familia, escuela, amistades, trabajo, medios de comunicación...-. Pero hemos dicho, que el género es una categoría socialmente construída, y como tal, mutable. Incluir la perspectiva de género en el análisis socio-cultural, nos permite hacernos conscientes y nos capacita para transgredir las bases de la sociedad patriarcal, superar el sistema sexo-género y construir modelos alternativos basados en modelos justos y equitativos.